«El viaje de tu imaginación, sostenido por un trabajo acorde a tus aspiraciones, te lleva hasta donde puedas soportar el vértigo», Jorge Armas Davara |
«El patio fue el primer lugar de la casa en estar disponible para su disfrute diario. Las amigas lo dedicaron a compartir el café y las tertulias de las sobremesas, de la misma manera que hizo la abuela desde que sembró sus matas. El consenso se hizo evidente porque las plantas más antiguas, olvidada su hostilidad inicial con las intrusas, en seguida mostraron sus perfiles más amables. Colocarse entre ellas era sentirse arropado por sus ramas, confortado en su fresca calidez, calmado en su sosegante quietud de viejas sabias».
La abuela Clara plantó las matas de La casona hace más de un siglo, ahora deben de haberse ido a vivir con ella más arriba de la línea del horizonte. O quizá no y se hayan instalado con ella por aquí, en la dimensión de las luces erráticas que algunas noches rodean la casa. La abuela era muy celosa de su patio, puede que vigile cómo lo tratan sus inquilinos actuales.
Esta historia se la dedico a la memoria de Clara y de Juan, mis bisabuelos, aunque es pura ficción. Así y todo, cualquier parecido con la realidad no es solo coincidencia.
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