25 agosto 2024

Sobre El candil del sabio, de Héctor Roldán Delgado



Quién no ha tenido un amigo que ha pasado por una época mala, incluso muy mala… y en ese momento «tuvimos una conversación, por ejemplo, en un café en un parque público, a la sombra estival de un ficus gigante». 

Pues justo eso es lo que le ocurrió al narrador de El candil del sabio y decidió escribir las Doce lecciones de vida de la filosofía clásica para épocas de crisis que recoge Héctor Roldán en su libro.

 

I.               No te preocupes por lo que no puedes controlar

II.             Entiende que todo puede cambiar en cualquier momento

III.           Acepta que es difícil llegar a la verdad absoluta

IV.          Prepárate para la muerte

V.            Cultiva tu fortaleza interior

VI.          No aceptes el sufrimiento. Lucha contra él

VII.        Cuestiónalo todo

VIII.      Sé autosuficiente como un cínico

IX.          Aprende a contener tu ira

X.            Aprende a luchar contra la tristeza

XI.          Medita como un romano

XII.        Envejece como un romano

            

En una época en la que vivimos con la imposición de ser felices, reflexionar sobre lo que nos angustia se convierte en toda una disidencia. Para qué pensar en lo que podemos taponar con tranquilizantes o con entretenimiento a granel. Para qué darles tantas vueltas a las cosas si podemos ignorarlas entre pantallas y clics.  

            Recurrir a una autoayuda elaborada a través de los clásicos es directamente una rebelión. Yo diría que hasta intolerable, porque podría ser que ahora más de uno recurriera a frases como estas de Epicteto:

 

«De lo existente, unas cosas dependen de nosotros; otras no dependen de nosotros. De nosotros depende el juicio, el impulso, el deseo, el rechazo y, en una palabra, cuanto es asunto nuestro. Y no dependen de nosotros el cuerpo, la hacienda, la reputación, los cargos y, en una palabra, cuanto no es asunto nuestro».

            

Y le diera por cuestionarse el estado de las cosas, por apartarse de los cauces del pensamiento lineal prediseñado con medidas estándar, o que incluso tuviera el atrevimiento de diseñarse un pensamiento a medida para sí mismo. Podría ocurrir que le diera por dejar de preocuparse por lo que no puede controlar, entender que todo puede cambiar en cualquier momento, prepararse para la muerte, cultivar su fortaleza interior, cuestionarse todo, ser autosuficiente, aprender a controlar la ira o luchar contra la tristeza y entonces, ¿a dónde íbamos a parar?

Ocurriría que viviríamos el presente con más intensidad, disfrutando de las pequeñas cosas y amando a los que nos importan. Pero claro, esto nos llevaría mantener el espíritu crítico para sentirnos satisfechos por ver de cuántas cosas no tenemos necesidad y apreciar que la libertad «reside en tener pocas cosas, en no complicarse la existencia, en llevar una vida muy simple y disfrutar de las cosas sencillas». Y una cosa llevaría a la otra y así, acabaríamos manteniendo la privacidad de cada uno, sin necesidad de exponerse sin pudor en las redes, además de que esta actitud llevaría aparejada una lucha contra el consumismo y sus esclavitudes, incluida la esclavitud por una relación alienada con el trabajo.

Y ya el colmo sería que aprendiera a envejecer, porque «el problema es que las personas maduras experimentan un doble vínculo con la vejez: aborrecen tener una muerte prematura, pero tampoco están preparados para entrar en una etapa vital que parece la antesala de la muerte». Ya desde tiempos de Cicerón se conocía que «la mente se mantiene en forma mientras no se pierden las ganas de estudiar y aprender». Así que «resistirse y lamentarse de la vejez es sin duda, una pérdida de tiempo que nos impide aprovechar lo que cada momento de la vida puede ofrecer», con lo que «mantener las ganas de hacer cosas es lo que hace que la vejez sea digna de ser vivida».

Con todo esto, quizá nuestro amigo aprovecharía su época mala para crecer y nos obligaría a crecer a los que estamos a su alrededor, porque todo se pega. Sí, la sabiduría también, o la motivación para acercarnos a ella. Y si el crecimiento empieza a ser cosa de muchos, pues aumentaría la masa crítica y entonces, nos pondríamos a reinventar el mundo entre todos y entonces… No sé, da vértigo, pero léanlo y lo vamos viendo.

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