21 febrero 2024

El viaje interior V: «Marina»

Fotografía: Eduardo Castro


Marina es una provocadora. Mira si lo es que se pasa la vida leyendo, y luego se lo pasa hablando con las palabras de esos cuentos. Mira como estará de mal que se cree lo que lee. Está fatal. Y pobre Pedro, bebiendo los vientos por ella, y ella nada, distraída, como si no le interesaran las palabras de este mundo, como si las fuera a necesitar cuando se vaya pa el otro. Digo yo que en el otro mundo se hablará de otra manera, o no se hablará, vete tú a saber. De todas formas, lo que no creo es que vaya a necesitar tantas palabras, pa morirse no hace falta ninguna. Y pa vivir… bueno, alguna sí, pero no tantas.

Pues ahí la tienes, siempre con un libro en la mano, siempre buscando un rincón pa devorárselo a solas, en vez de estarse a solas con quien tiene que ser, con Pedro, por ejemplo. Y no es porque a mí me importe o me deje de importar, que a mí me da lo mismo, así se le vaya toda la cabeza dentro de tanto libro, a mí me da igual. Pero no hay que dejar de reconocer que no es un buen ejemplo: imagínate que a todas las mujeres del pueblo les diera por lo mismo, que me consta que más de una la quiere imitar, qué va a ser del pueblo si las mujeres no se ocupan de los asuntos de las mujeres; quién va a criar a los hijos; quién se va a ocupar de las casas; ¿no son estas modernas las que quieren trabajar igual que los hombres?; y ¡cómo van a trabajar con un libro debajo del brazo! Que no, que no se puede…

En mis tiempos esto no era así, las mujeres nos ocupábamos de lo nuestro. Bueno, no lo digo por mí, que tú ya sabes lo mío, pero sí por las demás. Yo qué más hubiera querido que cumplir con mi cometido en esta vida, pero todo se torció. Qué más hubiera querido yo que mi Juan hubiera vuelto de América, qué más hubiera querido yo. Pero Dios no lo quiso así. Pobre Juan. Y no te lleves por las malas lenguas que dicen que se buscó a otra en Venezuela, no, mi Juan no haría eso. Algo le pasó y no sabemos, y luego no pudo volver. Pobre Juan, seguro que se habrá pasado la vida, si la vivió, como yo, mirando a ese mar que se lo llevó y ya nunca más me lo devolvió: mar traicionero.

En fin, menos mal que por lo menos pude estudiar algo, porque en algo me tenía que ocupar, y ser la maestra de todos ustedes tampoco ha estado mal. Pero es que cuando me salen descarriadas como Marina, pienso en si yo tuve algo que ver. Aunque no creo, porque yo de libros les hablé lo justo, pa qué más, y yo de esas ideas que tiene ella en la cabeza no sé nada, ni falta que me hace, ni a ella tampoco.

El colmo es que he oído que quiere estudiar pa maestra, y luego querrá trabajar en mi puesto cuando yo me jubile. Lo que les faltaba a los chicos de este pueblo, una maestra que les llene la cabeza de pajaritos, a ellos, que les falta poco…

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